Proteger los cultivos para no seguir perdiendo rinde
Dos técnicos nos describen la situación productiva y explican la importancia de controlar enfermedades en soja y maíz, cada uno en su zona de influencia.
La sequía es nuevamente protagonista en esta campaña: provocó una merma considerable en la producción de trigo (10 millones de toneladas menos) y ahora está complicando a los cultivos de soja y maíz. Según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, las últimas lluvias que hubo en gran parte del país llegaron tarde para el maíz temprano, que ya se perdió gran parte de la cosecha, pero ayudaron a los maíces tardíos y de segunda. En el caso de la soja, las precipitaciones amortiguaron las pérdidas del cultivo implantado en fecha temprana e impulsaron la siembra de la “soja de tercera”, como muchos ingenieros calificaron a la oleaginosa implantada en fechas tardías.
Así, frente a esta situación, es vital no seguir perdiendo rendimiento de los cultivos de la gruesa en los lotes. Por eso, controlar las enfermedades es clave.
“Esta campaña nos encontró arrancando con perfiles con bajo contenido hídrico, por el invierno-primavera seco que tuvimos, y las 3 campañas previas con precipitaciones muy por debajo del promedio anual. El cultivo de soja que se pudo sembrar, se estableció con las precipitaciones que se registraron luego de la implantación”, describió la situación de zona sur de Santa Fe y Entre Ríos Analía Curti, asesora, quien trabaja en ambas zonas. “Como nunca se vieron sembradoras hasta mediados de enero por lotes que faltaban sembrar. En general, la soja de primera pudo cumplir los planes de siembra no así los lotes de segunda”, agregó.
En este sentido, señaló que las estrategias de siembra fueron apuntadas a sembrar más tarde y utilizaron grupos más largos en la zona para poder afrontar los pronósticos que venían de diciembre seco, sumado a los perfiles sin agua.
Según explicó, la tendencia de bajas precipitaciones se revirtieron en algunos casos, coincidiendo con los períodos reproductivos de la soja. “Hay que tener en cuenta que hay muchos lotes sembrados después de mediados de noviembre y los grupos de madurez son más largos, lo que combina períodos críticos con condiciones predisponentes para el desarrollo de enfermedades”, consideró.
Frente a este escenario, para la especialista la estrategia sigue siendo proteger el cultivo al máximo ya que “no nos podemos permitir perder rendimiento por ninguna adversidad”. Apuntó que se debe intensificar el monitoreo de los cultivos para tomar decisiones acertadas, en base a la incidencia de enfermedades, combinado con condiciones climáticas predisponentes de la zona.
“El complejo de manchas foliares son las que disparan las aplicaciones siendo Septoria glycines la enfermedad de mayor prevalencia en todas las zonas”, explicó.
Al respecto, señaló que los lotes que vienen bien rotados, además de presentar menor incidencia de enfermedades, reaccionaron mejor a la sequía. Los casos con antecesor soja, llegaron a umbrales de aplicación antes y se han realizado aplicaciones de fungicidas y otras se planifican en estas semanas.
“A mediano plazo, la protección de cultivo de soja apunta a un manejo cada vez más integral, con cultivos bien nutridos, sumando el uso de productos biorracionales que colaboren a afrontar mejor los diferentes tipos de estrés que se vayan produciendo y con manejo sanitario preciso desde la semilla”, explicó.
Para cerrar, dijo que desde lo técnico cada vez se hará más foco en la especificidad de las moléculas de fungicidas para el control de las mismas.
“Lamentablemente, estamos atravesando una nueva campaña crítica. Solo basta con ver los mapas de reservas hídricas y se puede visualizar la sequía generalizada, con algunas regiones de menor impacto como ser el sur de Buenos Aires”, se lamentó por su parte Juan Edwards, asesor para la zona sur de Buenos Aires.
“Aun así, en estas zonas, se están marcando claras diferencia de aquellas prácticas agronómicas con efecto sobre el balance hídrico de los cultivos, como ser fechas de siembra, cultivos antecesores, densidades de siembra, sistemas de laboreo y lógicamente, las propiedades mismas de las especies cultivables con mayor o menor tolerancia a stress hídrico”, sentenció.
En este sentido, indicó que se pueden ver en la región donde trabaja cultivos de girasol con buen desarrollo, maíces en siembra directa en mejor estado que en convencional y cultivos en altas densidades más sufridos que los de baja.
En relación a esta situación, remarcó que el manejo sanitario se planifica fundamentalmente desde el escritorio junto con el manejo del cultivo, probablemente en una estrategia global más defensiva.
“Muchas de las técnicas de manejo se despliegan pasivamente a lo largo del ciclo del cultivo: resistencia genética, densidad de cultivo, fecha de siembra y programa nutricional. Ya la aplicación de fungicidas es una técnica considerada reactiva ante la detección de un patógeno o bien condiciones de riesgo para la ocurrencia de alguna enfermedad”, definió.
En este caso, el técnico determinó que se debe hacer un buen seguimiento de los cultivos (monitoreo), sumado a un correcto diagnóstico, y cuando lo hubiere, la alerta de modelos de predicción validado para cada región, garantizarán que los fungicidas sean aplicados estratégicamente y, en consecuencia, que sean eficientes.
Bajo este concepto, describió que en el sur de Buenos Aires no se están presentando importantes problemáticas en maíz y soja. De todas maneras, hizo foco en el girasol por la instalación regional del inóculo de Diaporthe spp. (phomopsis).
En este contexto, remarcó que el productor debe estar muy atento a los programas de vigilancia sanitaria los cuales deben nutrir el rol de los mejoradores de empresas de genética para así incorporar filtros en las líneas genéticas ante enfermedades incipientes.
La sequía es nuevamente protagonista en esta campaña: provocó una merma considerable en la producción de trigo (10 millones de toneladas menos) y ahora está complicando a los cultivos de soja y maíz. Según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, las últimas lluvias que hubo en gran parte del país llegaron tarde para el maíz temprano, que ya se perdió gran parte de la cosecha, pero ayudaron a los maíces tardíos y de segunda. En el caso de la soja, las precipitaciones amortiguaron las pérdidas del cultivo implantado en fecha temprana e impulsaron la siembra de la “soja de tercera”, como muchos ingenieros calificaron a la oleaginosa implantada en fechas tardías.
Así, frente a esta situación, es vital no seguir perdiendo rendimiento de los cultivos de la gruesa en los lotes. Por eso, controlar las enfermedades es clave.
“Esta campaña nos encontró arrancando con perfiles con bajo contenido hídrico, por el invierno-primavera seco que tuvimos, y las 3 campañas previas con precipitaciones muy por debajo del promedio anual. El cultivo de soja que se pudo sembrar, se estableció con las precipitaciones que se registraron luego de la implantación”, describió la situación de zona sur de Santa Fe y Entre Ríos Analía Curti, asesora, quien trabaja en ambas zonas. “Como nunca se vieron sembradoras hasta mediados de enero por lotes que faltaban sembrar. En general, la soja de primera pudo cumplir los planes de siembra no así los lotes de segunda”, agregó.
En este sentido, señaló que las estrategias de siembra fueron apuntadas a sembrar más tarde y utilizaron grupos más largos en la zona para poder afrontar los pronósticos que venían de diciembre seco, sumado a los perfiles sin agua.
Según explicó, la tendencia de bajas precipitaciones se revirtieron en algunos casos, coincidiendo con los períodos reproductivos de la soja. “Hay que tener en cuenta que hay muchos lotes sembrados después de mediados de noviembre y los grupos de madurez son más largos, lo que combina períodos críticos con condiciones predisponentes para el desarrollo de enfermedades”, consideró.
Frente a este escenario, para la especialista la estrategia sigue siendo proteger el cultivo al máximo ya que “no nos podemos permitir perder rendimiento por ninguna adversidad”. Apuntó que se debe intensificar el monitoreo de los cultivos para tomar decisiones acertadas, en base a la incidencia de enfermedades, combinado con condiciones climáticas predisponentes de la zona.
“El complejo de manchas foliares son las que disparan las aplicaciones siendo Septoria glycines la enfermedad de mayor prevalencia en todas las zonas”, explicó.
Al respecto, señaló que los lotes que vienen bien rotados, además de presentar menor incidencia de enfermedades, reaccionaron mejor a la sequía. Los casos con antecesor soja, llegaron a umbrales de aplicación antes y se han realizado aplicaciones de fungicidas y otras se planifican en estas semanas.
“A mediano plazo, la protección de cultivo de soja apunta a un manejo cada vez más integral, con cultivos bien nutridos, sumando el uso de productos biorracionales que colaboren a afrontar mejor los diferentes tipos de estrés que se vayan produciendo y con manejo sanitario preciso desde la semilla”, explicó.
Para cerrar, dijo que desde lo técnico cada vez se hará más foco en la especificidad de las moléculas de fungicidas para el control de las mismas.
“Lamentablemente, estamos atravesando una nueva campaña crítica. Solo basta con ver los mapas de reservas hídricas y se puede visualizar la sequía generalizada, con algunas regiones de menor impacto como ser el sur de Buenos Aires”, se lamentó por su parte Juan Edwards, asesor para la zona sur de Buenos Aires.
“Aun así, en estas zonas, se están marcando claras diferencia de aquellas prácticas agronómicas con efecto sobre el balance hídrico de los cultivos, como ser fechas de siembra, cultivos antecesores, densidades de siembra, sistemas de laboreo y lógicamente, las propiedades mismas de las especies cultivables con mayor o menor tolerancia a stress hídrico”, sentenció.
En este sentido, indicó que se pueden ver en la región donde trabaja cultivos de girasol con buen desarrollo, maíces en siembra directa en mejor estado que en convencional y cultivos en altas densidades más sufridos que los de baja.
En relación a esta situación, remarcó que el manejo sanitario se planifica fundamentalmente desde el escritorio junto con el manejo del cultivo, probablemente en una estrategia global más defensiva.
“Muchas de las técnicas de manejo se despliegan pasivamente a lo largo del ciclo del cultivo: resistencia genética, densidad de cultivo, fecha de siembra y programa nutricional. Ya la aplicación de fungicidas es una técnica considerada reactiva ante la detección de un patógeno o bien condiciones de riesgo para la ocurrencia de alguna enfermedad”, definió.
En este caso, el técnico determinó que se debe hacer un buen seguimiento de los cultivos (monitoreo), sumado a un correcto diagnóstico, y cuando lo hubiere, la alerta de modelos de predicción validado para cada región, garantizarán que los fungicidas sean aplicados estratégicamente y, en consecuencia, que sean eficientes.
Bajo este concepto, describió que en el sur de Buenos Aires no se están presentando importantes problemáticas en maíz y soja. De todas maneras, hizo foco en el girasol por la instalación regional del inóculo de Diaporthe spp. (phomopsis).
En este contexto, remarcó que el productor debe estar muy atento a los programas de vigilancia sanitaria los cuales deben nutrir el rol de los mejoradores de empresas de genética para así incorporar filtros en las líneas genéticas ante enfermedades incipientes.
Ing. Agr. Analia Curti. (@anicurti)
Zona Sur de Santa Fe y Entre Ríos
Titular CB Agro, consultora agropecuaria radicada en la localidad de Zavalla (Santa Fe), conformada por ingenieros agrónomos y especialistas en agronegocios. Brinda servicios integrales de asesoramiento profesional y de protección profesional de cultivos. También realiza investigación agronómica, a través de la generación de distintos tipos de ensayos.
Ing.Agr. Juan Edwards (@juanchiem)
Zona Sur de Bs. As.
Ingeniero agrónomo y MSc en producción vegetal por la Facultad de Ciencias Agrarias de Balcarce (UNdMP). PhD en Fitopatología por la Escola Superior de Agricultura Luiz de Queiroz (USP – Brasil).
Se especializa en la epidemiología de enfermedades de cultivos extensivos, con énfasis en su impacto sobre el rendimiento. Su principal interés es desarrollar técnicas de manejo que minimicen el impacto en el medio ambiente y maximicen la sustentabilidad de los sistemas productivos. Tiene particular interés en cómo las epidemias se comportan tanto en escala de lote de producción como a nivel regional.